Parábola

El fariseo y el publicano Lc 18,10-14

Autor: Arquidiócesis de Madrid

Parábola evangélica traída al siglo XXI

  

Dos hombres subieron al templo, a orar ante el sagrario; uno era creyente comprometido, y el otro no practicaba y llevaba una vida disipada. El creyente, autosuficiente, hacía interiormente esta oración: “Dios mío, te doy gracias porque me he mantenido fiel a ti y no me he corrompido, como tantos que se dejan arrastrar por el consumismo, la comodidad, el dinero, el hedonismo o la lujuria. Yo cumplo los mandamientos y todas las normas de la Iglesia, y hasta comparto de mis bienes; no como ése, que no pisa la iglesia.” Por su parte, el que no practicaba, cabizbajo y manteniéndose a distancia, no se atrevía ni siquiera a levantar los ojos al sagrario; y arrepentido se lamentaba en su interior diciendo: “Dios mío, ten compasión de mí, que soy un pecador.” Os digo que éste bajó a su casa reconciliado con Dios, y el otro no. Porque el que se ensalza será humillado y el que se humilla será enaltecido.